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Leyendas japonesas

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Mensaje por Aria Wolf Greve Miér Ago 17, 2011 11:16 pm

Kitsune-Nyôbô o la Esposa Kitsune

Hace mucho tiempo existía una pequeña y solitaria casa en lo profundo de los bosques del Norte de Japón. La casa era el hogar de un cazador, quien solía alimentarse con los conejos, aves y otras presas que se encontraban en aquellas montañas y bosques.
Como cabría esperar de un hombre viviendo sólo en las profundidades de uno de los ya de por sí más solitarios parajes de Japón, el cazador vivía al día; si no era capaz de encontrar algún ave, un jugoso conejo o algún otro animal, no tendría nada que comer a excepción de algunos magros vegetales que él mismo cultivaba.
Un día de otoño, muy parecido a cualquier otro, el hombre se encontraba cazando en los bosques, en una montaña llamada Shinoda-ga-mori. Él podía sentir que algo no andaba bien. Desde hacia varias semanas las manadas de animales habían estado escaseando, al igual que las aves, lo que le hacía cuestionarse "¿A dónde habrán ido todos los animales?"
Consternado continuó su camino hasta llegar a un arrollo donde se encontró con un zorro. Los zorros no son muy buenos para comer por su puesto, su carne es poca, pero ante tanta necesidad poca carne era mejor que no tener carne alguna.
Al igual que el cazador, el zorro se veia hambriento y delgado, aunque no por eso perdia su magnificencia: su piel era gruesa y su cola -de un rojo intenso- era prueba de que éste ejemplar había visto ya varios inviernos. El cazador preparó su rifle.
El zorro, que hasta entonces había estado bebiendo agua del riachuelo sin percatarse de la presencia del hombre, levantó la vista justo antes que éste tirara del gatillo. El cazador dudó, y el zorro se sentó lentamente sobre sus patas traseras, sin apartar nunca la vista del hombre, y juntó sus patas delanteras como si estuviera rezando, implorándole al cazador por su vida.
El hombre se quedó perplejo: nunca antes en todos sus años de cazador -que no eran pocos- había visto tal comportamiento. El cazador sabía que lo único que tenia que hacer era tirar del gatillo para disfrutar de su cena más una piel abrigadora para los meses de invierno. El zorro parecía saberlo también, y esto de alguna manera conmovió el corazón del cazador quien lo dejó ir.
El zorro hizo una rápida reverencia y se alejó dejando al cazador anonadado, preguntándose qué había hecho y con el estómago gruñéndole.
La noche comenzó a caer y el cazador tuvo que regresar a su casa sin nada más que las últimas verduras que le quedaban para acallar su hambre.
El cazador estaba acostumbrado a vivir en aquellas tierras solo, con alguna ocasional visita de algún leñador que pasara por las cercanías o fugitivos, por lo que se sorprendió cuando alguien llamó a su puerta, y más sorprendido quedó de ver que era una mujer la que se encontraba afuera.
- "Buenas noches," dijo la dama.
- "Buenas noches," respondió el cazador cautelosamente.
El cazador la invitó a pasar, pues se sentía solo, y muchas veces deseaba tener a alguien con quien poder conversar en noches tan frías como esta.
La muchacha le contó iba a visitar a sus familiares que vivían del otro lado de las montañas y sin querer se había desviado del camino y se había perdido. El hombre se disculpó pues solo tenia unas pocas verduras y algo de sake, pero la mujer le ofreció de la comida que ella llevaba para sus familiares en agradecimiento. Y casi instantáneamente ella preparó las más exquisitas comidas para el cazador: conejo, pollo y hasta papas dulces de postre. Él quedó satisfecho por primera vez en mucho tiempo.
Los dos conversaron mientras comían, y se extendieron hasta ya entrada la noche. A la mañana siguiente la mujer le dijo que le agradaba mucho el hogar del cazador, rodeado de montañas y ríos y bosques.

- "¿Te importaría que me quedara un poco más?"
Por supuesto que al cazador no le importó. Pronto ese 'un poco más' se convirtió en semanas y las semanas en meses y los meses en años, y poco a poco los dos se encariñaron el uno con el otro. Eventualmente la mujer se dio cuenta que estaba en cinta y después dio a luz al hijo del cazador.
Las cosas mejoraron mucho para el cazador, los animales volvían a caer en las trampas, él y su esposa y su hijo Dojimaru tenían carne en abundancia y con la ayuda de la mujer su magro jardín había crecido y ahora tenia una mayor variedad de plantas.
Un día, sin embargo, cuando después de haber dado la vuelta a una colina desde donde se divisaba su hogar el cazador pudo observar a su esposa cuidando a su hijo, y al lado de los dos ¡una cola roja!
Al ver una cola desde tan lejos el cazador volvió a ver, y ahí seguía la cola. Enojado, el cazador cayó en la cuenta de que había sido engañado por el zorro al que salvó la vida, y sin pensarlo regresó furioso a su casa.
- "¡Date un baño!" - gritó.
- "¿Pero y el niño.."
- "¡Yo lo cuidaré!"- el hombre sabia que a los zorros les disgusta el agua, por lo que pensó que si ella se rehusaba se probaría el verdadero origen de la mujer. Sin embargo ella accedió y al poco tiempo él hombre escuchó el golpetear del agua.
Pero el cazador no quedó contento con esto, así que buscó una rendija a través de la cual poder observar a su mujer, y cuando la encontró, fue grande su sorpresa, ya que la mujer estaba usando su cola para remover el agua.
Aun así, él cazador la había amado, pero el pensar en el futuro que tendría su hijo lo hacia rabiar, ya que si alguien descubría la identidad de su madre harían mofa de él. De esta manera decidió enseñarle al niño como comportarse, escribiéndole en un cuaderno lo que debía o no hacer:
• Nunca te pares en la vía que divide los tatami y la puerta, pues la gente es supersticiosa acerca de esto.
• Nunca caces mariposas, libélulas u otros insectos. Los zorros y otros animales podrán hacerlo, pero nunca las personas.
• Nunca tragues de un bocado tu comida, ya que el hacerlo es signo de malas costumbres.
Una vez terminada su lista, se volvió hacia la mujer-zorro quien se había transformado de nuevo en humano.
- "Yo soy el zorro de Shinoda-ga-mori." dijo.
- "¿Así me pagas por haber salvado tu vida?"
- "No. Yo ya te había pagado, pero eso fue hace mucho tiempo. Te di comida en lugar de mi propia carne, me quedé contigo y te di compañía porque estabas tan solo que ni tu mismo te dabas cuenta." Las lágrimas rodaron por sus mejillas. "Te he dado un hijo." le dijo recuperando su compostura. "Ahora cuida bien de él, que yo he de regresar a Shinoda-ga-mori."
Al día siguiente ella se fue dejándole una nota:
Si el niño llora y llora y no para, tráelo a Shinoda-ga-mori.
Si tienes problemas con el niño, tráelo a Shinoda-ga-mori.
Por favor cuídalo mucho
No pasó mucho tiempo que Dojimaru notó la falta de su madre y comenzó a llamarla con llantos desesperados. El padre no podía callarlo, por lo que se decidió a llevarlo a al bosque como había dicho su mujer.
Al poco tiempo de haber llegado apareció un zorro frente al hombre y su desconsolado hijo, y Dijimaru, al ver a un zorro por primera vez en su vida se asustó mucho, tanto que se ocultó detrás de su padre y cesó su llanto.
El cazador entendió entonces que esta era la forma en la que el zorro había planeado detener al niño para buscar a su madre. También entendió el dolor de la madre al observar como su hijo se escondía temeroso de ella.
Padre e hijo regresaron entonces a casa. El niño tuvo una infancia normal hasta que el cazador le enseñó a leer y escribir. Dojimaru aprendía a una velocidad sorprendente docenas de caracteres chinos cuando otros niños sólo aprendían unos pocos. Lo mismo pasaba con las matemáticas, que mientras los otros niños de su edad tenían problemas con la suma y la resta, Dojimaru se aburría ya con las multiplicaciones y divisiones; esto era por supuesto, resultado de su herencia.
Así, Dojimaru tuvo gran éxito en la vida y pronto él era quien proveía a su padre con todo lo necesario, haciendo que el cazador dejara de cazar por necesidad.

La mujer de nieve:

En un tiempo lejano…

…Vivian dos leñadores Mosaku y Minokichi. El primero era ya un anciano, mientras que el segundo era joven y apuesto. Una tarde de invierno, ambos leñadores partieron a cumplir su trabajo, sin embargo, una terrible nevada cayó en el bosque, obligando a los hombres buscar un refugio justo cuando éstos regresaban a su hogar. Huyendo de la nieve, los jorlaneros encontraron una vieja choza abandonada, en donde se resguardaron. El viento soplaba gélido y mortal y con muchos trabajos, ambos pudieron lograr un precario fuego con el cual calentarse, sin embargo, la fuerza de la tormenta era tan terrible, que la débil fogata se extinguió. Al sentir el terrible frió, ambos hombres decidieron cubrirse, sin éxito. Las horas pasaron y la tormenta no amainaba. Minokichi no podía más, estaba a punto de desmayarse y caer en el sueño eterno de la muerte, cuando una espectral visión atrajo su atención de modo malsano: inclinada cerca de Mosaku, una bellísima y etérea doncella tomaba la marchita cara con una cruel sonrisa a la par que besaba los ajados labios y enviaba al hombre a un profundo sueño. Minokichi sólo podía observar, anonadado, sin poder mover un solo músculo. Tras besar al ahora inerte hombre, la mujer se acerco a Minokichi y con su suave y sibilante voz, le espetó:

—Debería matarte, acabar con tu miserable existencia, pero eres hermoso ¡muy hermoso, joven Minokichi! ¿Cómo podría cegar una vida como la tuya? Así que haré una excepción, dejándote vivir. Pero te dejo una seria advertencia: jamás hables con nadie acerca de mí. Ni a tus amigos, ni a tus seres más queridos, ni a tu propia madre, pues de hacerlo, me enteraré y entonces ¡no tendré piedad alguna con tu pobre alma!

Y tras decir esto, desapareció en medio de una ráfaga de gélido viento.

Minokichi estaba aterrado, pero tras la desaparición de la mujer de nieve, la tormenta cesó. Al cesarse a Mosaku, confirmó lo que ya sospechaba: el anciano estaba muerto, con la mirada perdida en un vacío del que nunca regresaría.

Por supuesto, Minokichi fue fiel a su palabra y jamás habló nada al respecto de su terrible experiencia en la casucha en medio de la tormenta. Los años pasaron y Minokichi siguió con su tranquila vida, asediado sólo por las jovencitas que de vez en cuando le miraban fascinadas. Una tarde, al volver de sus labores, Minokichi vio a una hermosa chica paseando por los bosques. Su piel era suave y delicada y sus facciones parecían esculpidas por el más grande de los artistas. Poseía un suave aire de inocencia en su haber y parecía estar extraviada, así que cuando Minokichi se acercó a ella para preguntarle si todo estaba bien, ella lo miró como si el joven fuese su salvación al problema que padecía. Dijo llamarse O-yuki y, según sus palabras, iba camino a ver a sus parientes cuando se extravió. Minokichi, por supuesto, se ofreció a ayudarla, llevándola a su casa donde le dio alojo… por un tiempo más que largo, ya que al final la hermosa chica y el gallardo leñador quedaron prendado el uno del otro y decidieron no separarse jamás, uniéndose en matrimonio.

La felicidad es una cosa muy relativa. Un día eres el ser más afortunado del mundo y al día siguiente la crueldad o el veneno de los integrantes hace mella en su dicha trocándola en amargo olvido y abandono. No pocas eran las gentes que miraron con malos ojos la unión de Minokichi con la extraña, no. Muchas mujeres, celosas las más, no pudieron soportar que el joven hubiese encontrado al amor de su vida y trataron de persuadir a los venerables de la aldea de impedir ese matrimonio, pero al no encontrar falla alguna en O-yuki y encontrarla tan simpática y diligente, los mayores no pudieron negarse a nada. Así, ambos jóvenes unieron sus vidas para siempre.

Con los años, Minokichi vio crecer a sus hijos, madurar su herencia y tuvo a su esposa, que siempre se comportó dulce y hacendosa. Trabó problema alguno con ella y su vida era feliz. Cada estación le traía miles de recuerdos al leñador, quien podía sentirse pleno. Sin embargo, las mujeres de la aldea seguían intrigadas, pues O-yuki pese a todas sus tareas de esposa y madre, jamás lucía sucia o desarreglada. Siempre vestía y se comportaba como toda una princesa. Esto aunado a que la joven encima de todo no parecía envejecer un ápice, creaba confusión en las viejas comadronas del lugar, quienes sospechaban que la tal O-yuki no era sino un demonio que había hechizado no solo a Minokichi, sino a todo el pueblo. Y en cierto modo tenían razón para preocuparse, pues O-yuki seguía tan joven y rozagante como cuando Minokichi la llevó al pueblo y la desposó, esto era demasiado extraño, sobretodo por que O-yuki jamás volvió a mencionar a sus parientes, si, aquellos a los que según ella buscaba la tarde en que el guapo Minokichi la conoció.

Una fría tarde de invierno, mientras afuera nevaba suave y pausadamente, Minokichi volvió a casa después de sus labores cotidianas. Al entrar, vio dormir a sus pequeños hijos mientras O-yuki cosía con paciencia y amor. La tenue luz de la lámpara iluminaba suavemente las dulces facciones de la mujer, quien no retiraba la mirada de su labor. Había algo en ella en ése momento que estremeció a Minokichi, algo extraño que resaltaba sus facciones y la hacia lucir bella, demasiado bella…casi sobrenatural. Durante largo rato se dedicó a mirarla sin atreverse a pronunciar palabra alguna, era tan bella, tan nívea, era como una hermosa aparición, casi como…

— ¿Sabes? El verte así me recuerda algo extraño que me sucedió hace mucho tiempo.
— ¿Si? ¡Vaya! –espetó ella sin levantar la mirada de su labor-.
— Es…es algo gracioso…te parecerá que sueño…yo mismo siento que fue un mal sueño, pero ¡es que si hubieras estado conmigo ahí, te hubieras paralizado tanto como yo en aquel momento!
— ¿En verdad?
—Sí, de hecho, ni siquiera sé por qué te lo estoy contando, jure que nunca se lo contaría a nadie y aquí me tienes…

O-yuki dejó de improviso la labor sin dejar de mirar hacia ella. Su rostro se petrificó, pero dejó que su esposo continuase el relato.

—Fue… hace ocho años, creo… en ese entonces tenía dieciocho y solía salir a laborar con Mosaku, mi maestro, como todos los días. Era invierno al igual ahora, pero el frió era terrible, mucho más que ahora creo que fue el invierno más crudo que recuerdo. Pero en fin… Mosaku y yo habíamos terminado y volvimos a casa cuando se desato una terrible tormenta de nieve. No podíamos ver más allá de nuestra nariz, que, por cierto estaba congelada. Descubrimos una choza abandonada en medio del bosque y nos refugiamos ahí. Todos nuestros intentos por generar calor fueron en vano, así que nos acurrucamos juntos y nos quedamos sentados ahí. ¡Y entonces la ví! Era la mujer bellísima de piel más blanca que la nieve que nos rodeaba. Estaba inclinada sobre Mosaku, sonriendo sardónicamente, tomó su rostro entre sus blanquísimas y luego se acercó s él para besarlo. Tras eso, Mosaku quedo inconciente, luego se acerco a mí y pude sentir su frío aliento en mi rostro. Sus ojos eran gélidas llamas espectrales que danzaban con fiereza y se clavaban en los míos. Me amenazó y me dijo que me mataría si alguna vez narraba mi experiencia a alguien. A pesar del terror que me dominaba y de su mirada demoníaca no podía encontrarla hermosa… ¡Bellísima!

Al escuchar esto, O-yuki, que hasta el momento había estado callada, perdió los estribos. Arrojó la labor y encontrándose a Minokichi, gritó mientras sus ojos brillaban con fulgor infernal:

— ¡ERA YO, YO, YO! ¡y te dije que si le decías a alguien sobre eso, te buscaría y no tendría piedad de tu miserable alma! Mas, por esos niños que duermen tranquilos no cumpliré mi palabra. ¡Cuídalos bien y ámalos como hasta ahora lo has hecho, pues te estaré vigilando! ¡y si en algún momento me entero que les has dañado o les has contado lo que ocurrió en esta noche, te juro que esta vez no tendré piedad!

Y mientras decía esto, la hermosa mujer se fue desvaneciendo en un soplo de frió invernal que desaparecía por el techo.

Después de eso, solo suaves copos de nieve caían sobre el sollozante rostro de Minokichi. Nunca más volvió a verla…
La leyenda de Urashima Tarō
La leyenda empieza con Urashima Tarō, un pescador. Ve a unos chicos que están golpeando a una tortuga, y ayuda a la tortuga. La tortuga, herida, le da las gracias, y un día después, la tortuga volvió. Le dijo que era la hija del emperador del mar y le invitó a un palacio donde vive el dragón dios del mar y le dio a Urashima Tarō el poder de respirar en el agua. La tortuga y él nadaron por el mar y al llegar al palacio, la tortuga se convirtió en una bella princesa. Urashima Tarō se quedó en el palacio durante dos días, pero finalmente quiso volver a su hogar para visitar a su madre, que se estaba muriendo. La princesa le dio una caja misteriosa y le dijo que no debía abrir la caja nunca. Confundido, Urashima Tarō nadó sobre la tortuga, y salieron del palacio.
Al llegar a su hogar todos habían cambiado. Preguntó a todos si ellos habían oído hablar de la familia Urashima o de Urashima Tarō. Todos le dijeron que Urashima Tarō había muerto hacía ya 300 años. Entonces, se sentó bajo un árbol, y abrió la caja. Al abrirla, se convirtió en un hombre viejo. De la caja vino una voz: «Te dije que no debías abrir la caja nunca. En la caja moraba tu edad.»

Toire no Hanako-san

Una estudiante sale de clase, camina por el solitario pasillo y entra en los servicios de chicas. Aunque están vacios todos la chica comete el error de abrir la cuarta puerta de los servicios. A partir de ese momento ya no está sola, los fantasmales ojos de Hanako-san (más correctamente, “Toire no Hanako-san”) se clavan en ella.
Hanako-san es el fantasma de una adolescente presente en todas las escuelas de Japón, habita en el servicio de las chicas, en el reservado número cuatro. No se le responsabiliza más que de dar buenos sustos a las estudiantes en los momentos menos apropiados. Los hombres que quieran ser asustados por Hanako-san sin arriesgarse a una denuncia por voyeurismo.

Kuchisake onna

Kuchisake onna: Noche oscura, carretera solitaria, conductor confiado, autoestopista hermosa. Pero no, no es la autoestopista fantasma de la versión occidental. Aunque el cuerpo de la pasajera se intuye bello y sus ojos anticipan un rostro fascinante la parte inferior de su cara está oculta con un velo blanco. La mujer se sienta en el asiento de atrás y el conductor reanuda el viaje.
“¿Soy hermosa?” -le pregunta la pasajera al conductor.
“Sí, lo es”, afirma el hombre, y para confirmar sus primeras impresiones le dirige una mirada a través del espejo retrovisor. Pero la mujer se ha quitado el velo que cubría su boca y ésta aparece abierta con unos profundos cortes que le llegan hasta la orejas en una gran sonrisa macabra al fondo de la cual culebrea su lengua. El conductor ni siquiera escucha sus gritos de horror, a partir de este momento lo único que escuchará es la pregunta repetirse una y otra vez en su cerebro: “¿Soy hermosa?… ¿soy hermosa?… ¿soy hermosa?…”
En otras versiones Kuchisake onna, la mujer de la cara cortada, caza y desfigura niños con su gran velocidad sorprendiendolos cuando menos se lo esperan. A veces se puede escapar de ella lanzandole un fruta lo que da al perseguido el tiempo suficiente para huir.

Historia del principe Suzano

Suzano, hermano de la Diosa del Sol Amaterasu (significa "Interpretación/Lectura del Sol"), viajaba cerca del río Hinokami en la provincia de Izumo cuando se encontró con la hija de una pareja mayor que lloraban desconsolados.
Susano preguntó que ocurría, cuando los padres de la joven contestaron que era la última de las ocho hijas que debían de ofrecerle a un terrible dragón de Koshi, y les apenaba de sobremanera perderla, pues cada año el dragón había secuestrado una por una a las demás hermanas...y devorado.
La bestia voladora en cuestión era tan enorme que su cuerpo se extendía por ocho montañas y ocho valles, y los árboles y musgos sobresalían de su escabroso escondrijo. Tenía ocho cabezas retorcidas, con ojos tan rojos como cerezas en invierno en cada una, y un vientre repulsivamente inflamado.
Ningún mortal podía vencer al monstruo, pero Susano era algo más que un mortal. A cambio de obtener matrimonio con Kushinada-Hime, (princesa), promteió matar al dragón.
Susano transformó a su futura novia Kushinada en un peine inocuo que escondió en su pelo, Susano ordenó a sus padres que prepararan una gran cantidad de sake bien potente y lo colocaran en ocho cubas cuando estuviese listo. Luego contruyó una empalizada alta, atravesada por ocho puertas, detrás de las puertas había un banco largo y en cada uno, una cuba de sake. Una vez quedó preparado, Susano y los padres de Kushinadqa se escondieron a esperar al dragçon.
El delicioso aroma del sake fue un cebo efectivo, ya que el dragón fue atraído a probar el atractivo líquido tras las puertas. Cada una de sus ocho cabezas se bebieron rápidamente una cuba de sake, y rápidamente, el dragón acabó excesivamente ebrio, tanto que se hundió en el suelo borracho de estupor.
Susano aprovechó el momento para salir de su escondite y blandir su espada mandoble hacia el cielo, y cortó la bestia en una miriadía de fragmentos.
Así termino la vida del dragón de Koshi. Susano empezó su nueva vida con su esposa Kushinada, y también con unan nueva espada, pues en el interior de una de las colas del dragón, Susano halló una cuchilla afilada maravillosa, la kusa-nagi-no-tachi o espada de dragón que disipaba las hierbas, que después dio a su hermana diosa del Sol.

Flor de hielo

Nos cuenta el triste destino de una pareja de enamorados cuyos caminos se ven completamente separados por los acontecimientos que les rodean. El hombre, despues de 30 años regresa a su pueblo natal, y va al lago donde hace los mismos 30 años, le prometió a Kaya, su anamorada, que volvería: Ella le había prometido que le esperaría años o siglos, todo el tiempo que fuera necesario. Sin embargo, hay un sentimiento extraño que le obliga a regresar de repente a este lugar sagrado y maldito al mismo tiempo, y se encuentra con su adorada y querida Kaya, y comprende porque 30 años antes, ella le habia dicho, q si el lago se congelaba, ella podría morir, y si lo hacía, se transformaria en flor para seguir esperandolo...
Aria Wolf Greve
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